El historiador Joseph de
Moret, cronista de Navarra desde 1654, cuenta en su obra Empeños del
Valor y Bizarros Desempeños o Sitio de Fuenterrabía (Pamplona,
1763, pp. 61-63) el ataque de los franceses a Bera y el incendio
posterior en 1638 en el contexto de la guerra entre la monarquía
francesa y la monarquía española. Su relato es el siguiente:
“En todas partes
empezaban la guerra los Franceses con buen pie; porque casi a la
misma hora, en que rechazando a los Españoles defendieron a Pasages,
con igual felicidad sitiaron, y cogieron a Vera, que es un Lugar, que
está dentro de los límites de Navarra. No está bien aberiguado, si
los Franceses hicieron esta intentona con mayores humos de pasar
adelante las armas, y de guarnezer dentro del Reyno de Navarra algún
lugar, para distraer así la guerra, porque saqueando, y pegando
fuego, lo desampararon luego. Por más verosímil se tiene, o que
extendiendo el terror con estas embestidas, pensaron, que las tropas
auxiliares de Navarra se detendrían por el mal, que en casa
amenazaba; o que habiendo de pasar allá (porque por Vera es el
camino más breve) quisieron incomodarles este alojamiento: o
finalmente con esto tiraron a facilitar los comboyes para sus Reales
en lo de Fuenterrabía; porque Vera, que no dista de Fuenterrabía,
sino unas onze millas, y está a la otra parte del río Vidasoa,
domina al campo de Labort, muy a propósito para escaramuzas, y por
donde se transportaban todas las cosas necesarias a los Reales: fuera
de que los que guerrean, hacen cuanto hay que hacer, con esparzir la
guerra por todas partes, arrasar las tierras cercanas, y aumentar al
enemigo los daños. El día, pues, diez y seis de Julio juntando el
Duque de San Simón seis mil infantes, y quinientos Caballos de la
tropa, que dije habían puesto los Franceses en los confines de
Navarra al principio de la guerra, acompañado del Marqués de
Rocalao, del de Puyana, del Señor de Ortubia [también señor de
Altzate, en la misma Bera], y otros Nobles, dividiendo el exercito en
dos columnas, embistió a Vera. Para rechazar tan vigorosa invasión,
de todos modos estaba Vera sin fuerzas. Lo que es el Lugar tiene las
casas contiguas, y unidas entre sí, de suerte, que se puede hacer
cincunvalación en él; pero los caseríos, que son muchos, están
separados, y muy distantes uno de otro, al modo que los habitadores
de tierras de montaña los suelen edificar en los parages, que se
extiende alguna llanura, y convida el campo al cultivo. Solo el Lugar
dizen, que es de doscientos vezinos, que reciben el pasto espiritual
en sola una Parrochia. A todo el partido de las cinco Villas, en cuyo
número entra Vera, defendía Don Fermín de Andueza, pero con poca
gente; repartida ésta en muchos Lugares: y aún no le habían
acudido de Pamplona socorros mayores. Solo eran trescientos hombres
de tropa repartidos en tres estandartes. Otro tanto sería el número
de los habitadores, gente buena para la guerra tanto por su continuo
manejo de armas contra los comarcanos, como porque el huir era a
costa de sus bienes. Y de aquí nació la discordia de sus
dictámenes, al acercarse el enemigo. Como Andueza estaba prevenido
por el de Vélez, y Redín, de que guardase el Puente, y estorvase a
los Franceses el paso del río, reputaba esta diligencia por
principal, y casi única. Pero los Paysanos, los más de los quales
viven a la otra parte del río, llevaban a mal el dexar sus casas a
discreción del enemigo, y más con ferocidad, que con cordura
clamaban, que se debía probar fortuna con las armas: y como este
género de gente es tropa menos obediente, y más libre, sin esperar
orden ninguna, cogieron las armas, y saliéndose del Lugar, no
pararon asta hacer rostro al enemigo, que ya había pasado los
límites del Reyno: y emprendiendo frequentemente algunas leves
escaramuzas, en donde el camino estaba más áspero, y encontraban
comodidad en alguna selva cercana; retardaron sí la marcha del
enemigo, pero no se la imposibilitaron. En uno de estos ataques hizo
un muchacho de Vera una cosa grande, y superior a su edad; quien
habiendo acompañado a su Padre con armas nada proporcionadas para
pelear, poniéndose cara a cara del Esquadrón Francés en la entrada
de un bosque, habiendo reparado en el porte de un Ayudate mayor,
disparó una escopeta, y lo mató de un balazo, lo que hizo a los
Franceses prorrumpir en un clamoroso alarido. La tropa arreglada a
instancias del Gobernador acudió al Puente: y aunque el Capitán Don
Martín Bayo, Caballero de la Orden de Malta, había encaminado ya
hacia el enemigo los soldados de su Compañía armados, y puestos en
orden; se retiró en cumplimiento de la orden del Gobernador. Flacos
de fuerzas los naturales, aunque acometiendo frequentemente a los
costados, y a la vanguardia, pero retirándose inmediatamente, porque
no los atajase la Caballería; finalmente fueron rechazados asta el
Puente. Quedando de este modo indefenso el Lugar, apoderado de los
Franceses, arrasaron a hierro, y fuego todo lo que está a la otra
parte del río Vidasoa. Al Templo tuvieron respeto. Hubo también
turbación en el Lugar de Lesaca, aunque está a la parte de acá del
río, y dieron fuego a una grande porción de trigo, porque no
viniese a poder del Francés, a quien publicaba vencedor los
incendios de todos los Caseríos al contorno. Probaron también
embestir a la otra parte del río; pero con muerte de un Capitán de
Caballería fueron al punto rechazados del paso del Puente, que
estaba presidiado. Luego baxaron a tentar el vado; pero como el río
por ambos costados está estrechado con pendientes ripas, no permitía
vadearse; y si por alguna parte se podía hacer con alguna
contingencia, y estaba más fácil la entrada, los hacían retirar
con mucho daño las descargas de los Paysanos, que mezclados con la
Tropa estaban en un alto. Intentado en vano por el Enemigo el pasar
el río, habiéndose mantenido quatro horas dentro del Lugar,
saqueándolo, y pegándole fuego; se retiró, y llevó todas las
tropas al Lugar de Sara, que es el más cercano de Francia. Y
advirtiendo los Paysanos su retirada, furiosos por el saqueo, e
incendio de sus Caseríos, salieron detrás: y alcanzando por atajos
a la retaguardia, no obstante que se había alexado mucho, rindiendo
la vida a su furor quince Franceses, heridos algunos, y obligando a
los demás a una desordenada huída, y recobrando además de eso un
barril de pólvora, que se había cogido entre el botín del Lugar,
volvieron con tal qual satisfacción de sus menoscabos. Quando llegó
a Pamplona la noticia de esta invasión, entresacando el Maestre de
Campo General Redín a toda priesa gruesas guarniciones, y cogiendo
de paso armados a los habitadores de tierra de Pamplona, y de los
valles de Ulzama, y Santesteban, acudió prontamente a Vera, pero
desvanecida la ocasión de una batalla, que parece se iba
disponiendo, porque apenas hizo su deber el Enemigo, se retiró
aceleradamente; guarneció para en adelante con más seguridad
aquellos parages. Antes que éste llegase, fueron también retentados
los de Echalar, que igualmente están a la otra parte del río: y por
medio de un Trompeta les mandaron los Franceses la rendición con
amenazas de que, si no venían en ello, los arrasarían a hierro, y
fuego. Pero aunque flacos de fuerzas los de Echalar, ni por las
amenazas de los Franceses, ni por el reciente estrago de sus
compañeros afloxaron un punto de su constancia. Armados delante de
la puerta de la Iglesia respondieron, que más, que todo, apreciaban
la lealtad; y que, una vez que Redín había de abrasar el Lugar, si
se entregasen; más conveniencia les tenía probar por leales la
fortuna de la guerra, que perecer por cobardes con una ruina
inevitable. Y, o sea que por el arrojo de la respuesta rezelaron
mayores fuerzas, o sea que los contubo la fama, que había corrido de
la venida de Redín, no pasaron adelante con las armas. Viendo a los
de Vera despojados de sus bienes por el destrozo de el Enemigo, los
admitió luego el de Vélez en el servicio, y fueron de grande
utilidad en todo el tiempo del asedio [de Fuenterrabía]: pues
furiosos siempre con el implacable rencor de su ruina executaron
contra el Enemigo todo quanto puede inspirar una cólera a los que se
hallan en la última infelicidad, y ven, que no les puede venir mal
alguno, que ya no le tengan; ya haciendo de noche frequentes
embestidas al campo Francés, ya cansándolos, con tenerlos
desvelados continuamente en lo más ruidoso de la guerra; ya
finalmente con varios pillages; porque pasaron de ciento los
caballos, que les cogieron”.
Fernando Mikelarena
Fernando Mikelarena
No hay comentarios:
Publicar un comentario