La introducción del
cultivo del maíz a principios del siglo XVII posibilitó un proceso
de agricolización de la economía de la zona, obligado, por otra
parte, por las dificultades que atravesaron las ferrerías. Un
proceso emprendido en 1634 por la villa de Igantzi lo ilustra
perfectamente. El motivo era la petición al Real Consejo de Navarra
por parte de la mayoría de los vecinos “para que se les diera
licencia y permiso para rozar y labrar algunas tierras en los
terrenos y jurisdicción de la dicha villa por quanto las errerías
de los términos de la dicha villa avían cesado y faltando montes y
materiales de mena donde se entretenían y ocupaban los vezinos y
habitantes de la dicha villa y sacaban su vida, entretenimiento y
sustento para comer y otras cosas”1.
En la argumentación del procurador se habla de la reducida
superficie agrícola d ella localidad: teniendo sesenta vecinos
propietarios y 20 inquilinos habitantes, “de los dichos vezinos
beinte de ellos no tienen un almud de tierra que computada a dos
manos no bienen a tener cada uno de ellos uno con otro a quatro
robadas y es de manera que en la dicha villa no se alla ni seys
vezinos que tengan la tierra que les baste para sembrar y no ay nadie
que pueda dar en arrendazion a otro vezino la tierra para sembrar por
lo que se coje muy poco trigo en la dicha villa y es de manera que la
mayor parte del año comen pan de acarreo trayendolo de francia, de
la probincia de guipuzcoa y otras partes con mucha descomodidad u
quando ay falta de la provincia padecen mucha necesidad”2.
Por otra parte, al decir de varios testigos, en otros pueblos
circunvecinos se estaban efectuando roturas3.
A lo largo del siglo XVII
y de las primera décadas del siglo XVIII, la situación de sector
siderúrgico fue empeorando a causa de la pérdida de mercados por
el descenso de la demanda castellana y colonial y la presencia de
duros competidores como el hierro sueco. Hacia 1665, tres ferrerías
de Bera (las de Osinola, Olaberria y Marzadia) estaban “paradas y
derruida mucha parte dellas”, intentando sintomáticamente el
municipio construir molinos en sus solares4.
Por otra parte, en 1653 Martín de Vicuña, dueño del Palacio y de
las Ferrerías mayor y menor de Araníbar en Arantza, cargaba 500
ducados de censo sobre sus bienes porque la ferrería se encontraba
“parada sin labrar fierro respecto de ciertas obras e instrumentos
que faltan de hacer en ella y en especial la presa della y para hacer
aquellas se hallan ynposibilitados y con necesidad de cantidades”.
Las dificultades de años después prueban lo fallido de la inversión
y el mal momento de la industria en cuanto que la conservación del
solar dependía de la marcha “de las dichas herrerías y que
destruyéndose aquéllas venía totalmente a perderse”5.
La decandencia de las fererías forzó la compra de algunas de ellas
por parte de los ayuntamientos en un intento de mantener la oferta de
trabajo que provenía de ese sector. Hacia 1647 la villa de Bera
adquirió por 400 ducados la mitad de la ferrería “llamada
Hossinola” que había sido destruída en la última guerra contra
los franceses6
y en 1689 en villa de Lesaka compraba la de Biurgaray por 960
ducados7.
En una entrada posterior examinaremos la crisis de las ferrerías de
la zona a la luz de los arriendos de las ferrerías municipales de
Lesaka.
Fernando Mikelarena.
1Archivo
General de Navarra, Real Consejo, Procesos, Legajo 3172 (1636),
Carpeta 2, folio 1.
2Ibidem,
folio 15.
3Ibidem,
folios 58-58v.
4Archivo
General de Navarra, Real Consejo, Procesos, Legajo 2143 (1667),
Carpeta 1, folio 12.
5Archivo
General de Navarra, Roncesvalles, Legajo 6, Documento 206.
6Archivo
General de Navarra, Real Consejo, Procesos, Legajo 3052 (1654),
Carpeta 42, folio 1.
7Archivo
General de Navarra, Real Consejo, Procesos, Legajo 2027 (1680),
Carpeta 12, folio 1.
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